"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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01-03-2014 |
De la Comuna de París (1871) a Venezuela 2014
* Wallerstein cuestiona la estrategia de los “dos pasos” : primero conquistar el poder, segundo transformar el mundo, punto de partida de estos artículos.
Analicemos dos experiencias. 1) La guerra franco-prusiana desatada por Napoleón III reivindicando territorios perdidos en 1814, culmina en la contundente victoria alemana y la sumisión de la burguesía francesa (1870). Empero, París de mayoría obrera y tradición combativa en las Revoluciones del 30 y 48, resiste al invasor y a la burguesía francesa que ha capitulado. Se forma la Comuna de París, que apenas dura tres meses, rodeada por los ejércitos de ambas burguesías. Marx, que no la recomienda porque no existían posibilidades de victoria, saluda la heroicidad y el martirio de miles de obreros. La Comuna es el último gran acto de la resistencia obrera del siglo XIX.
La revolución proletaria presagiada por Engels (1845) desaparece por décadas como perspectiva y hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, las corrientes socialistas asumen la realidad y apuntan hacia perspectivas distintas. El telón de fondo del debate entre ortodoxos y revisionistas es el surgimiento del imperialismo, cuando la exportación de capitales hacia las colonias y semi-colonias se convierte en el rasgo dominante de las relaciones económicas internacionales. La plusvalía fluye de la periferia al centro y la burguesía metropolitana reparte “migajas del festín imperialista” a los obreros de las metrópolis, que mejoran su situación, y según Engels, piensan como “proletariado burgués”, conformista y complaciente con la burguesía. En los años previos a la Primera Guerra Mundial, Lenin considera que esas “migajas” van solo a un pequeño sector de la clase, “la aristocracia obrera”. Con estadísticas precisas que ni Lenin ni otros en su tiempo tienen, el luxemburguista Fritz Sternberg ( “¿Capitalismo o socialismo?”, 1951) demuestra que el conjunto de la clase obrera europea-occidental mejora su condición de vida, aún cuando subsisten sectores sumergidos.
En medio de un período ascendente del capitalismo, las luchas inter-imperialistas desembocan en la Primera Guerra Mundial, de rebatiña inter imperialista. Lenin articula su estrategia revolucionaria en base a tres realidades, en la que la Revolución Rusa oficiaría como prólogo y nexo de la revolución socialista en Occidente y de la democrática burguesa en Oriente. De acuerdo con Marx, estima que en las metrópolis occidentales -donde reside el proletariado más potente- se halla la vanguardia del proceso; sin embargo es Rusia -que combina sectores muy avanzados del capitalismo con extendidas relaciones de producción anteriores al capitalismo- el “eslabón débil” de la cadena imperialista, lo que permitiría la primera revolución, convencido que sería apuntalada por el proletariado occidental. Los bolcheviques aprovechan las contradicciones exteriores y nacionales rusas, para convertir la Primera Revolución de 1905 en la Revolución de 1917 bajo su liderazgo.
2) Si para ellos es una hazaña “sencilla” en noviembre de 1917 “tomar el poder” (la toma del Palacio de Invierno en Petrogrado, la capital) le es muy complejo mantenerlo en las condiciones de destrucción material agravadas al término de la Guerra Mundial (meses finales de 1918) cuando las potencias imperialistas se abalanzan sobre Rusia apoyando a los contrarrevolucionarios. Al cabo de un ciclo (1917-1922) los bolcheviques al frente de los pueblos que constituirán la U.R.S.S. las derrotan, pero -explica Lenin- si la reacción no logra su objetivo de derrocar al Estado soviético, logra paralizar sus realizaciones, entorpecer su proceso que permanece aislado, sin que llegase el apoyo del proletariado europeo-occidental. El cansancio de la guerra, la miseria extendida, las difíciles relaciones obrero-campesinas en un país de abrumadora mayoría campesina (en 1897 de 125 millones, 97 son campesinos), el atraso cultural secular, hace que la experiencia de los Soviets (consejos que funcionan con obreros, campesinos y soldados) vegete y desaparezca como fenómeno de masas en 1919. El Poder Soviético se encontrará colgado de un pincel: con la clase obrera disminuida cuantitativa y cualitativamente, en medio de penurias extendidas, dependerá de la fuerza centralizadora de un Partido, que de guía de las masas, se convierte en quien decide a nombre siempre “de la clase obrera”. Y si Lenin observa en sus escritos finales la burocratización del Estado soviético, no calibra a tiempo que la burocratización también carcome al Partido. Poco a poco, los técnicos, los especialistas, los funcionarios, sin el apoyo expreso de la clase, y muchas veces contra su voluntad, conforman el nuevo poder, que piensa en el mantenimiento del aparato y de sus privilegios. Stalin consolida y agrava el proceso iniciado en vida de Lenin. Sin firme apoyo interno, sin proletariado conductor (cuando se rehace ya gobierna la burocracia) y rodeado de enemigos externos, el poder soviético se ve limitado por sus contradicciones y por los poderes estatales de la burguesía. Ya en 1918 Lenin constata que la revolución europea no vence (y su victoria implicaba capitales, ciencia, tecnología, ayuda solidaria) y escribe: “Si examinamos la situación en escala histórica mundial, no cabe la menor duda de que si nuestra revolución se quedase sola, si no existiese un movimiento revolucionario en otros países, no existirá ninguna esperanza de que llegase a alcanzar el triunfo final . […] Tan absolutamente indiscutible es que todas las dificultades de nuestra revolución solo podrán ser superadas cuando madure la revolución socialista mundial.” ( “Informe sobre la guerra y la paz al VII Congreso al PC de Rusia” 1918) * “Lenin, la Revolución Rusa y el socialismo del siglo XXI”, dos tomos de ARCA, 2009 desarrolla el tema.
La Comuna de París, la Revolución Soviética con su final conocido y experiencias diversas, confirman que no habrá revoluciones socialistas plenamente realizadas si sus procesos quedan aislados, sin suficiente apoyo de los trabajadores y pueblos del mundo. Reclamar la “pureza” de procesos como el cubano o venezolano, o peor, regirse al margen de la lucha de clases según las normas de la democracia liberal, sirve a los intereses del bloque político-social dominante. Cuando el imperialismo agrede por mil conductos (internos y externos) para sepultar la soberanía de los Estados Nacionales (Irak, Libia, Siria, Venezuela), muy en particular de los que se le enfrentan, sólo la decidida acción internacionalista de los pueblos, hará viable que el poder de las clases populares pueda consolidarse y vencer a sus enemigos, evitando que esos procesos sean aplastados o deformados. En 2014, en que hay varias elecciones en la región, debemos apoyar a los gobiernos que avanzan con sus pueblos (los de Maduro, Correa, Evo, Raúl), eligiendo gobernantes antiimperialistas y no a los que buscan alianzas con los EE.UU.
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