"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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31-07-2011 |
La gravedad de las declaraciones del Sr. Alberto Breccia.
Lo que se practicó en América Latina, no solo en el Cono Sur, fue un genocidio. El intento de exterminar a toda una generación de opositores. Y el intento –a través de ese exterminio- de obligar a la sociedad entera a vivir en el miedo de que el exterminio se extendiera a ellos mismos. El miedo a ser buscado en la noche, en los barrios de las ciudades, con el resto de los vecinos atisbando lo que sucedía pero sin poder actuar. El miedo a los despliegues policiales-militares, durante el día, cerrando calles y todas las vías de acceso, cumplía también la misma finalidad. Inducir a la sociedad toda a vivir en el terror cotidiano. A ese miedo inducido con los métodos más brutales, se le denominó imponer la voluntad del vencedor a los vencidos. Era la esencia del Terrorismo de Estado. La victoria sobre la sociedad civil toda, de un grupo que recibía de la sociedad, las armas, los cuarteles, los vehículos que les permitían volverse contra los que los mantenían.
Sus secuelas duran hasta hoy día, porque aún en medio de un gobierno que se quiere denominar progresista, existen personas que amedrantan jueces y fiscales, simulan atentados contra los luchadores sociales más indómitos, allanan viviendas particulares, roban posibles documentos incriminatorios y llegado el momento hasta se permiten videos que ordenan a grupos militares –reales o ficticios- continuar planes “operativos” y le hacen llegar la primicia hasta al primer mandatario, elegido por el pueblo . Decía -en medio de todas estas cuestiones- el hijo del Sr. Ferreira Aldunate, que en ocasión de visitar la zona donde Michelini, fue raptado y después asesinado, le asaltaba el miedo. El recuerdo del terror de aquellos momentos que aún se mantiene vivo en su memoria. Que un hombre público reconozca estas cuestiones es en los tiempos que corren inusual. Al fin y al cabo en los planes de exterminio de figuras políticas de primer orden, el Imperio, que era el que había educado a los Terroristas de Estado, también jugaba sus fichas. Y decidía, por estar enterado de antemano de lo que vendría, salvar a los que por consideraciones políticas eran demasiado importantes para que fueran exterminados. Los Imperios siempre necesitan que ciertos opositores sobrevivan, justamente para salvaguardar sus intereses generales que van más allá de las preocupaciones de un régimen. Michelini, Gutierrez Ruiz, Erro, eran sacrificables, Ferreira Aldunate no. Y por eso Ferreira Aldunate y su familia pudieron salvarse.
Es el juego de las lógicas imperiales, que al mismo tiempo que alientan los genocidios, después, por esa misma lógica, dejan a los ejecutores de sus políticas a la intemperie, les niegan las armas y los pertrechos y hasta los condenan a hacer la parodia “anti-imperialista” para la que no estaban preparados. Eran los “legionarios” que se sentían “traicionados” por los Césares que los mandaban a hacer los trabajos sucios y después los dejaban en las lejanas regiones de la frontera solos. Con este material cierto Laterguy ha hecho sus buenos libros, que eran de lectura obligada de los militares uruguayos.
Nunca hemos creído, por ese motivo, y además por haber sidos presos y torturados, que los militares uruguayos pelearon “por la patria”. Veíamos en estos días la película “Matar a todos” y el alegato final del viejo general ante su hija abogada que investiga el crimen de Berriós no nos convenció en lo más mínimo. Hay gente que ante el último momento se aferra a cuestiones que quiere hacer creer que son verdades, porque es la única manera de intentar salvar un recuerdo póstumo con algún orillo de dignidad. Creemos en cambio, en los testimonios del general Licandro, que son escritos, meditados, bien pensados, y que iban a la esencia del problema mismo. Desde 1962 la doctrina oficial norteamericana fijó a los ejércitos latinoamericanos un cambio fundamental. Su rol no era la defensa continental, sino la defensa de los intereses de las corporaciones norteamericanas y el mantenimiento de los grupos privilegiados nacionales, la oligarquía, que eran su socios menores. Era la doctrina oficial de la guerra fría y ese rol lo comprendieron perfectamente bien los cuerpos de oficiales. Sabian que habría premios para los que lo aceptaran y que lo demás era mera retórica de circunstancias.
Los militares uruguayos no pelearon “por la patria”, ni por la salvación de nada más que no fuera “el orden” burgués del cual son sirvientes fieles en todos los tiempos desde que fueron creados como ejército nacional. Y es aún más grave, que a la sombra de ese “orden”, en la salvaguardia del mismo, se permitan la corrupción generalizada de los altos mandos que envuelve a las tres armas. Ningún general llega a esos mandatos sin saberlo. Y es bien ilustrativo que en las vísperas del escándalo de la Marina, cuando comenzaban las investigaciones, surgiera desde las fuerzas armadas, cierto general a decir, en entrevista periodística, que eso “había que realizarlo” porque si se les volaban los techos de los cuarteles donde duerme la tropa, para reponer las chapas y la gente bajo su mando no duerma a la intemperie, está obligado a contratar los servicios de los proveedores y saca los recursos de los vales de nafta, o de las transposiciones posibles al alcance de su unidad. El mismo general que ha escrito un libro aburrido –pero muy ilustrativo- sobre “Un soldado oriental” es el mismo que después apareció festejando junto a Balestrino, copas en mano y hasta con bandera nazi, dentro de una instititución republicana, bajo un techo que les hemos pagado con el erario público todos. Balestrino era un nazi, y los oficiales que lo acompañaban no creo que le celebraran el chiste, con desconocimiento de las graves irregularidades que estaban cometiendo. Eran chistes macabros entre oficiales superiores, con fotógrafo que los registrase y a sabiendas de que nunca jamás, por esa grave falta, les iban a cortar las pensiones a ellos y sus familiares como correspondería, además de destituirlos y mandarlos a un tribunal por apología del nazismo en una república latinoamericana, que además, fue aliada en la guerra mundial contra el “eje nazi-fascista”. Esas cosas pasan en Uruguay, y no solo en Uruguay.
La globalidad de todas estas cuestiones se le escapa al secretario de la presidencia. Y si cierto general se fotografiaba con superior y bandera nazi, el secretario de marras es el firmante del acuerdo con Montes del Plata, cuyos términos “reservados” tuvieron que hacerse públicos por “orden del juez”. Repetida, agreguemos, para ilustrar más claramente la cuestión. Porque con el primer pedido no alcanzó.
Todas estas cuestiones, tuvieron su punto de quiebre el 19 de mayo del presente año. Y después de esa fecha aciaga que habrá que recordar siempre como LA GRAN TRAICION de un gobierno civil, manejado por un presidente que para llegar al poder fingió de populista, de izquierdista y hasta recordó –cinismo entre los cinismos- que anduvo de “pistola al cinto” de opositor al orden burgués, del cual hoy, es sirviente fiel. Lacayo desvergonzado, para ser más precisos.
Una cuestión es clara entre todas estas idas y venidas, amagues, fintas y demás truquitos del antiguo ladrón de flores a los pacíficos agricultores japoneses de los alrededores de Montevideo. El hombre “modesto”, “campechano”, “filósofo rural” de entre -ratos es un disfrazado sin carnaval. Un incompetente de marca mayor. Hunde y arrastra por el fango todo lo que toca.
No tiene ni programa, ni meta, ni medios. Cada vez que la situación llega, se ve sobrepasado por los acontecimientos, que ha desencadenado con su verborragia de charlatán que no medita en lo que dice.
Inmediatamente del 19 de mayo, lanzó la idea del “impuesto agrario” para la caminería rural y los infelices que le hacen coro salieron a proclamar que éste- hay que tener buena memoria y recordar las cosas - “frenaría la concentración agraria”. El Sr. Astori que es el que le da cuerda a este muñeco, salió a decirle que de ninguna manera y hasta el Ministro de Agricultura presentó la renuncia ante el gabinete que no la aceptó porque no era de su competencia, como el Ministro Aguerre bien lo sabía. Cuatro dólares por hectárea, es la rebaja de una feria de artesanías, por un producto, por el cual el mercader pide 20, ironizo sobre el tema Jorge Notaro, en las columnas del semanario Brecha. Pero ni esas ironías finas, de un Uruguay, que fue, se permiten comentarse hoy día.
Después vino el informe presidencial sobre Aratirí. Aratirí no pulucionaba, dejaba las cosas mejor que antes. Era un verdadero “bolazo” presidencial. E inmediatamente- ante las protestas- el cambio de frente con el yacimiento de Rivera. En el entremedio, el discurso de vender arenales en la costa, con el falso pretexto de que habría recursos “para Colonización” y el programa de que este presidente quiere solamente “un plato de guiso para sus negritos” y que sus madres, además, trabajen de sirvientas para los hacen casas fastuosas con vista al Océano. Después vino el “nombramiento” del nuevo ministro de defensa nacional. Todo lo que este hombre dice es “grupo”, falso de toda falsedad, y además incapaz de cumplirlo. La comparsa mafiosa del MPP que lo secunda, amaga con convocar movilizaciones de masas de “apoyo” al presidente y sueñan con una convocatoria como en el Franzini. Son todos sueños vanos de burócratas engordados con los dineros públicos, divorciados de la gente común y corriente y, por eso mismo, incapaces de convocarlas, reunirlas y conducirlas. El MPP no tiene militantes, porque a los militantes se los traga el aparato y a su vez el aparato es el trampolín para el cargo público que fueron a buscar. A partir de esta situación su relación con la gente es de darles las órdenes y directivas de la dirección política del aparato y jamás un diálogo y una articulación con la base electoral. La gente debe ser una correa de trasmisión de temas que no ha discutido, que no entiende, que no siente. El resultado: la apatía de los comités que languidecen. Y en ocasiones de congreso la contemplación pasiva de las luchas internas de las diferentes fracciones que se disputan el poder. Eso y nada más que eso es el MPP actual.
Ni siquiera los referéndums populares con los que amenaza convocar, convocará . Porque sabe que abrir la discusión, permitir el juego democrático real de las opiniones lo sepultará políticamente. Tan desesperante es la situación que hasta los carcamanes tipo el senador Agazzi, el secretario Brescia y el Sr. Eleuterio Fernandez han tenido que ser movilizados y no pueden mantenerse más en reserva para posibles avatares. Y como si con todo esto no alcanzara, ahora aparece la guardia pretoriana de la custodia presidencial, que hace su aparición como matones prepotentes contra los jubilados y como rodeadores del automóvil presidencial de su conyugue y cómplice la senadora Topolansky, mujer que se encargaba de los mandados y los trabajos sucios y los tenía que hacer, porque su propio pasado es lamentable y muy negro.
Toda esta gente, particularmente sus principales figuras, que tienen un pasado de colaboradores y “quebrados” en manos de los botones, se apoyan mutuamente, se respaldan unos a otros porque están preparando “soltar de sus jaulas de oro” a la mayor parte de los que cometieron los principales desmanes contra el pueblo uruguayo.
Decíamos –al comienzo de este artículo- que en Uruguay el Terrorismo de Estado, fue un intento de eliminar a toda una generación. Un genocidio planificado, practicado activamente desde la impunidad, ejercido con colaboración de otros y bajo las directivas del Imperio que los lanzó a la aventura.
Y el conjunto del pueblo esta solo con su dignidad, como lo manifestó el 20 de mayo, al otro día de la GRAN TRAICIÓN. Aquí del Sr. Presidente, del señor ministro de defensa, de la señora senadora, no puede esperarse más que la falta de coraje cívico que los caracteriza. Siguen siendo los traidores, los colaboradores, que fueron al otro día de ser capturados. Hasta ese momento eran guerreristas acérrimos, siempre que otros pusieran el pellejo.
Vamos a decirlo claramente: que pensaría cualquier ciudadano de a pie, del intento de perdonar al Sr. Hitler por sus desmanes, o al Sr. Mussolini por sus crímenes. ¿Qué diríamos de los que como Brescia ahora quieren que los demás les demos “el perdón” piadoso?
Pensariamos que esos hombres no saben de lo que hablan. O pensaríamos algo mucho peor.
La ciudadanía uruguaya no esta en condiciones de perdonar crímenes. Eso lo saben muy bien los criminales. Y en la historia nacional, ni en la internacional, hay recuerdo de que los pueblos en su “otra historia” perdonen por que sí, a los que enlutaron los hogares, hundieron un país entero en la bancarrota, se enriquecieron con los despojos de las víctimas, robaron al erario público y sembraron el terror entre la mayoría de la población. A esos asesinos, que además son delincuentes de derecho común por sus robos, los acompañará siempre el desprecio. Se oponga al mismo el Sr. Presidente, la señora senadora, o el Sr. ministro de la defensa nacional. Con su pasado personal de colaboradores y de traidores son los peores abogados de los criminales.
Que fabrique la burguesía, la prensa cipaya que se arrodilló ante la dictadura, o las revistas que nacieron practicando la censura, la propaganda. Que la diga y la repita la televisión y todos los órganos de difusión que se quieran prestar a la patraña. Ni las víctimas que vivimos, ni la opinión pública que hemos ganado con todas nuestras luchas desde hace años, ignora lo que esta en juego. Aquí no hay OLVIDO, NI PERDON, NI RECONCILIACIÓN, ni ninguna de las otras paparruchas mentirosas de siempre. Aquí hay una demanda unánime de JUSTICIA. De esa cuestión elemental de que todos somos iguales ante la ley común y que los que caen en los previstos penales deben ser enjuiciados por sus crímenes y delitos que, todos ellos, son muy graves.
Escuchar al Sr. Brescia en la exposición televisiva DA ASCO. El Sr. secretario es un MISERABLE. Pero estos renunciamientos que contemplamos, de personeros del gobierno, nos están mostrando el tremendo abismo que día a día nos separa de todos ellos. A estos tristes personajes los votamos ayer nomás, sin saber las llagas que ocultaban en sus pechos. Contemplemoslos ahora con todo el disgusto que provocan los que son MISERABLES Y TRAIDORES. Sepamos que HOY cuando dicen esto, están preparando el PROXIMO PASO que es aun más CANALLESCO que el que acaban de pronunciar.
A esta gente hay que enviarla al llano, lo más rápido posible. Y después hay que hacerles sentir el DESPRECIO COLECTIVO. Que no tengan lugar donde refugiarse de ese desprecio. Que los alcance en todos los eventos colectivos en los que tengan que participar. Ni un gesto destemplado de venganza, pero sí la mirada tenaz, inflexible, implacable, que les señale claramente que son COMPLICES DE LOS CRIMINALES y que por eso los despreciamos.
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