"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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11-06-2011 |
La tierra, los impuestos y yo (PARTE 2)
William Yohai*
En la parte anterior de este trabajo hacíamos una pequeña historia de la relación personal con el MPP y los impuestos a la tierra.
Y hoy debemos reconocer, que sean los que sean los motivos del presidente Mujica para plantear el tema, se le debe reconocer el mérito de haberlo puesto sobre la mesa de discusión nacional.
También afirmábamos, hace unos días, que la producción agropecuaria en el país está estancada. Afirmábamos, con los datos de cuentas nacionales del BCU (3) en la mano, que en el último quinquenio el crecimiento de dicha producción anualizada apenas había alcanzado el 1,4% anual. Y, considerando el gran bombo que se le da desde hace tiempo a aquella y las maravillas que se cantan sobre el sector, la afirmación precedente es exacta.
En este punto vemos la necesidad de imponer al sufrido lector una aclaración metodológica: cuentas nacionales mide, o trata de medir, cuando se refiere a la producción, los volúmenes de la misma. O sea, no importa si un kilo de carne en gancho vale puntualmente este año un peso o cien pesos, o un dólar o cien dólares. Desde el punto de vista de cuentas nacionales se trata de un kilo de carne en gancho. Y, a fin de poder establecer parámetros del conjunto de la producción, se establecen valores relativos a los distintos productos. Así, una tonelada de troncos de eucaliptos ya que estamos en el tema agropecuario, tiene un valor en pesos constantes de algún año que se toma como referencia (en el caso de los últimos años son pesos constantes de 2005) y una tonelada de lana tiene un valor que se asigna en la misma moneda. Se arma así un conjunto que va sumando los valores de las diferentes producciones. Y permite tener una idea aproximativa de cómo anda la producción de un sector y también, cuando se suma todo el país, de cómo anda la producción nacional de bienes y servicios.
Por tanto, un sector (agro, industria, o algún servicio en particular) puede tener una bonanza o un situación mala de precios coyuntural sin que eso signifique un cambio del monto producido en las cuentas nacionales. O sea, si se producen un millón de toneladas de carne en un año y éstas se exportan y/o venden en el mercado interno a un promedio de 4 mil dólares la tonelada en este año; pero el año pasado se produjo el mismo volumen y se vendió a 2 mil dólares la tonelada, desde el punto de vista de las cuentas nacionales no se habrá experimentado cambio alguno. El valor producido en carne permanecerá constante. Lo que si habrá cambiado, sin duda, es la situación de los productores y/o consumidores de la carne.
Dicho esto, queremos demitificar mucho de lo que se afirma sobre el sector agropecuario en los medios de difusión.
1) la primera afirmación a esclarecer es la que establece que dicho sector productivo es algo así como el “alma económica” de la nación. Y esto es FALSO. La producción agropecuaria representa bastante menos del 10% de la producción total de bienes y servicios en el país. Pero se impone una aclaración: la misma representa un porcentaje muy importante de las exportaciones del mismo. O sea, representa un factor muy relevante en lo referente a la capacidad del país de financiar las importaciones de la infinitud de productos que necesita. Y esto se debe, en lo esencial, a que como nación no hemos logrado desarrollar un sector industrial de alto valor agregado con la suficiente magnitud para evitar lo anterior. Si algo distingue el desarrollo del subdesarrollo es, precisamente, la capacidad de un país de depender cada vez menos de sus producciones de materia prima o, como también se las conoce, primarias. En este sentido se puede afirmar que el país está peor en los últimos años.
2) La segunda afirmación a desmentir es que, tal cual afirmó, entre muchos otros el presidente hace pocos días, el sector experimenta un “crecimiento explosivo”. Esto lo hemos desmentido en este mismo trabajo algunas líneas más arriba. Y, sinceramente, nos llama la atención que nadie se haya detenido (hacemos la excepción, por lo que hemos podido leer de un reciente artículo publicado hace algunos días por el Ing. Agr. Joaquín Secco) a reflexionar sobre este estancamiento de la producción agropecuaria en estos años. Resulta por momentos increíble observar como una flagrante mentira (no podemos suponer que los técnicos en la materia ignoren estos hechos de tan simple comprobación) se difunde en forma tan alegre como impune.
Como continuación del trabajo anterior nos autoimpusimos la tarea de ir más atrás. ¿desde cuando se da esta situación de relativo estancamiento de la producción agropecuaria?
Tomando como fuente los datos del banco central del Uruguay constatamos lo siguiente: a) en la serie que parte del año 1997 hasta 2010 se observa este fenómeno de estancamiento. O sea, el crecimiento anualizado de dicho período alcanza apenas el 1,24% promedio. O dicho de otra forma, en esos 13 años el PBI agropecuario crece algo más del 16%. En ese período, por comparación, el PBI total del país crece un 37%, o sea, un 2,85% anual, más del doble que el agropecuario.
b) pero si tomamos un plazo algo más largo, y analizamos el período 1991-1996 observamos un crecimiento notable: 35% en cinco años, o lo que es lo mismo, una tasa del 6,5% anual.
c) ¿y que sucede en el tramo anterior: el lapso 1983-1990? Otra vez, estancamiento: el número que refleja el porcentual es insignificante, seguramente mucho menor que los inevitables errores metodológicos.
EN SUMA: podemos resumir la evolución productiva del campo uruguayo, los últimos 27 años, tomada como conjunto en tres períodos claramente diferenciados:
1) los siete años que van de 1983 hasta 1990 de un estancamiento estricto.
2) Los 5 años entre 1991 y 1996 con un crecimiento absolutamente extraordinario en la historia del país: una tasa del 6,5% anual.
3) Los 13 años siguientes, hasta la actualidad un estancamiento “relativo”, por llamarlo de alguna forma. Un crecimiento apenas superior al 1% anual (1,28%). Dentro de este período, el segmento de supuesto “crecimiento explosivo” no es tal.
Las causas de estos fenómenos: sin duda complejas.Sin embargo, una afirmación que encontramos en un sitio web (1) y que se basa en un artículo de “El País agropecuario” nos pone sobre la pista: en 1996 se eliminó el último vestigio del IMPROME (impuesto a la producción mínima exigible): el IMAGRO. Y, a partir de allí se termina el ciclo de crecimiento acelerado de la producción. No se nos escapa, de todas formas, que en el período precedente dicha tributación también existía. Lo que, por lo menos está claro, es que eliminar la tributación sobre la tierra no conduce a aumentar la producción. Y es también evidente: seguramente es difícil encontrar en la historia del país, desde que en el siglo XVII Hernandarias desembarcó algunas vacas en el territorio un período de tiempo tan favorable para el sector en términos de renta de la tierra y ganancias para los explotadores.
Nunca antes tantas empresas extranjeras se volcaron a comprar tierra y activos industriales vinculados al sector (frigoríficos, molinos arroceros, etc). Nunca antes los terratenientes se enriquecieron de una forma tan extraordinaria (más de 31 mil millones de dólares, o sea, el PBI nacional de 2010, entre 2003 y aquel año). Y, por contrapartida, seguramente será difícil encontrar,si es que lo hubo, un tiempo en que el sector haya, en proporción a sus ganancias pagado tan pocos impuestos.
Resumiendo: grandes precios de los productos, grandes ganancias, precios insólitamente elevados de la tierra, escasísimos impuestos (menos del 7% del PBI agropecuario) y sin embargo……UNA PRODUCCIÓN PRÁCTICAMENTE ESTANCADA.
Y, debemos agregar: UN GRAVE DETERIORO DEL ECOSISTEMA, de la mano de una masiva utilización de agricultura continua en los mejores campos del país, agravada con la incorporación de excelentes praderas naturales, ecosistema muy difícil o imposible de recuperar, para producir soja o troncos de eucaliptus.
Se ha extranjerizado y concentrado la propiedad y explotación de la tierra….¿para que?
Exclusivamente para beneficiar a muy pocos individuos y empresas, extranjeros y nacionales.
Desmentimos así el principal de los mitos (2): UN CAMPO PRÓSPERO Y CON PRECIOS ELEVADOS DE LA TIERRA NO ES SINÓNIMO DE UNA MAYOR PRODUCCIÓN. Surge aquí, además, una pregunta inevitable: ¿Qué pasará cuando se produzca una caída de los precios de los commodities agropecuarios; cuanto caerá entonces la producción?
Y tampoco es sinónimo de un mayor cuidado del recurso.
Porque, al fin y al cabo, este artículo comenzaba refiriéndose a los impuestos que paga la tierra.
Para concluir, por ahora: la injusticia que representa que los terratenientes y los productores paguen poquísimos impuestos (porcentualmente la cuarta parte de lo que paga el conjunto de la economía) no redunda en beneficio alguno para el país. O, lo que es lo mismo, el corolario imprescindible: por razones sociales, de justicia distributiva, pero además; de ESTRICTA LÓGICA ECONÓMICA Y PRODUCTIVA es imprescindible modificar radicalmente esta situación.
Y no se trata de imponer un “aporte” (ya el travestismo político llega a tal nivel que hasta la palabra “impuesto” se ha vuelto políticamente incorrecta) modesto para “caminería rural”. Se trata de crear un sistema impositivo que imposibilite la existencia del latifudio (por ejemplo: el millón y medio de hectàreas en manos de 15 empresas, según informa “Búsqueda” hace unas semanas). Y que al mismo tiempo permita financiar un proceso de colonización que radique nuevamente en el campo a miles de familias ansiosas de emprender tal aventura. Que civilice la campaña, que la pueble, y que permita, de paso, preservar el inapreciable recurso que son la tierra y el agua y al mismo tiempo aumentar apreciablemente la producción, no en beneficio de un puñado de privilegiados sino de las mayorías nacionales y en última instancia de toda la humanidad.
1)“A partir de la reforma tributaria de 1996, en la que se eliminó el Imagro (impuesto a la tierra calculado por el Índice Coneat y la productividad media anual) y se creó el Imeba (Impuesto a la Enajenación de Bienes Agropecuarios), la estructura tributaria del agro es más neutral con relación a todos los factores que intervienen en el proceso productivo, eliminándose el "castigo" implícito a la tierra y mejorándose la situación del sector ganadero, el que usa la tierra en mayor medida”. http://www.vet-uy.com/noticias/2005/feb_05/ext_not/not034.htm
2)El futuro ministro de Economía fue más lejos. En el 40º aniversario de Opypa, Astori afirmó: "Hay toda una polémica en la que nosotros nos hemos anotado siempre: impuesto a la tierra vs. impuesto a la renta real. (…) Incluso desde los primeros tiempos de la Opypa, levantamos la propuesta del impuesto a la productividad mínima exigible, (…) que no es otra cosa que un impuesto a la tierra. Y hoy nos damos cuenta, a partir de la evidencia disponible, que ese impuesto y los impuestos a la tierra tienden a deprimir el precio del recurso. Y no hay prosperidad en el agro con precios bajos de la tierra, y esa es otra evidenciaque tenemos que extraer". http://www.vet-uy.com/noticias/2005/feb_05/ext_not/not034.htm
3) La planilla con las modificaciones a la página correspondiente del banco central del Uruguay se puede consultar en: www.resonandoenfenix.blogspot.com
*Miembro de la red de economistas de izquierda del Uruguay
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