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27-12-2007 |
Jorge Zabalza, dirigente histórico del MLN
La ruptura del control
Jorge Zabalza
COPETE :
A menos que alguna santa inquisición esté comprando miles de ejemplares para quemarlos e impedir se pueda leerlos…¿cómo explicar el "boom" del libro de Federico Leitch? Hay otra explicación posible: a medida que va quedando en evidencia cómo, aún con gobierno progresista, la democracia burguesa es un sistema al servicio de los dueños de todo, la militancia más politizadas, están buscando otros caminos políticos y, en ese clima de búsqueda, se recrean ideas revolucionarias. "Cero a la izquierda" cayó como peludo de regalo en el momento que la explosión estaba en el aire y precisaba un detonante.
Afirma Danilo Astori que no pagan IRPF el 85% de los jubilados y 65% de los asalariados. Un millón y medio de uruguayos no alcanzan al mínimo imponible. ¡Por fin la equidad!, exclaman alborozados ministros, parlamentarios y politólogos varios. Pensar revoluciones en el Uruguay "progre", es fundamentalismo básico, a lo Bin Laden. Si se está transitando hacia un nuevo "paraíso" al estilo del viejo batllismo.…¿para qué la revolución social?
Sin embargo, las cifras de Astori se pueden leer con otra sensibilidad y descubrir que esconden mucha injusticia social: ese millón y medio de personas ganan menos de $8.000; es decir, el 43% de la población está malviviendo con la cuarta parte de la canasta familiar. Enrique Rubio, director de la OPP, sostiene que decreció la pobreza en el Uruguay. Raya en la estupidez. ¿Acaso ignora que los ingresos mensuales del 20% de las familias uruguayas no llegan a $6.420?. ¿Habrá que llevarlo a un asentamiento con $8.000 mensuales para que sienta en carne propia qué es ser pobre?.
El poder adquisitivo sigue muy por debajo de 1997 y ni hablar de lo que era antes de 1973. La dictadura vino para expropiar salario real al pueblo trabajador y pareciera no hay dios progresista que se proponga revertir esta situación angustiante. El pueblo continúa excluido de la jauja exportadora de carne, soja, arroz, trigo y arándanos. Segregado del crecimiento del PBI.
La exclusión se manifiesta de manera no cuantificable, en lo cultural e intelectual, en la comida diaria los fines de semana cuando los comedores están cerrados, en el ausentismo y la deserción escolar reales, en el raquitismo y la desnutrición que transfigura las caritas infantiles, en ese 10% de niños trabajando y en las niñas prostituidas…pobreza es el crecimiento desmesurado de las ferias vecinales y de los delitos sociales.
Esta injusticia social…¿podrán ser resueltas redistribuyendo el ingreso o dedicando a "políticas sociales" un puntito más del presupuesto nacional? No, señor. La exclusión es la consecuencia natural cómo evoluciona la composición del capital (más tecnología, menos mano de obra) y eso no tiene vuelta atrás.
No se precisa ser brujo muy avezado en economía marxista para pronosticar que en los próximos años, por muy en serio y progresista que sean sus gerentes, el capitalismo continuará produciendo más desocupación, más segregación territorial, más miserias humanas, más hurgadores y carritos, más niños en la calle y más delitos contra la propiedad.
Lejos de achicarse, la fractura social se profundizará y extenderá…haciéndose abismo insondable, cuna y caldo de cultivo de los sepultureros del sistema. Como lo fue en 1848, en 1917, en los '60 y como lo es ahora, desde 1985.
EL VIEJO FANTASMA
Esa imposibilidad de hacer crecer el poder adquisitivo del millón y medio de sumergidos es la base política del fracaso al que está condenado el progresismo. Los orixás aventuran que campeará el desengaño en esas mesas sin los cuatro platos de guiso que prometieron los falsos profetas.
Y en esas aguas de desengaño popular, la militancia politizada no entiende los abrazos con George Bush, las tropas uruguayas invadiendo Haití, la ley que ampara la muy conocida arbitrariedad policial, la condena del poder judicial a Irma Leites por unos graffitis, el alza de los precios de la canasta familiar, la represión a las ocupaciones de tierra, las multas a los carritos, la extranjerización sin freno, el pago anual de 2.000 millones de dólares por servicios de la Deuda Externa y el olor a repollo podrido en Fray Bentos…
En terrano tan explosivo cayó "Cero a la Izquierda". Y, particularmente, el relato de las vicisitudes de las pretensiones revolucionarias de los tupamaros en democracia tutelada y primaveral. Memoria coherente con la epopeya lejana y que desdibuja algunos de los íconos del viraje. Fotografía en rojo y negro que convoca a hacerse caro de la historia de cada uno o a negarla antes que cante el gallo.
El debate se salió de madre al sonar el campanazo "¡viva la revolución!". Y la curiosidad del público por conocer un mensaje revolucionario y tupamaro, por tanto con garantía de consecuencia entre los dichos y los hechos… ¡el viejo fantasma vuelve a recorrer América Latina!
Presentado en Buenos Aires, lejos de las controversias de familia, que neurotizan la
polémica, "Cero a la izquierda" pareció servir para la discusión de las cuestiones de fondo que hacen a la lucha por la revolución social. Se habló de los valores éticos y morales, de la filosofía de los revolucionarios, de los por qué de tantos fracasos y los cómo de las experiencias futuras, de la violencia de los de arriba y la respuesta de los de abajo, de las formas y los caminos de lucha.
En el pago chico, parece más difícil desprenderse de las subjetividades de infierno grande y encarar con seriedad, la discusión de esos temas. Pero el debate ya está en los ceros a la izquierda que piensan y hacen política incorrectamente, sin sujetarse a los límites impuestos al pensamiento por el progresismo único y dominante. Se ha roto el control ideológico y la ruptura provoca histerismos en el panóptico.
QUIEBRE DE LA SUBJETIVIDAD DOMINANTE
Los desengañados se reproducen como hongos y, aunque se pondrán la camiseta del progresismo en las elecciones nacionales, su respuesta tiende cada día más a la lucha social, que es una forma de lucha política, según dicen los que saben. Se reproducirán movilizaciones independientes como las que se vienen dando, ocupando tierras, juntando firmas para anular la ley caduca, haciendo marchas y escraches, movilizándose, reestableciendo los vínculos vecinales que fueron debilitados desde el poder con la institucionalización del abajo militante.
En el terreno fértil de la lucha social, surge y crece el pensamiento crítico, se descubre la verdadera naturaleza de la democracia burguesa y la inutilidad de buscar, desde sus instituciones parlamentarias y judiciales, las soluciones que necesita el millón y medio de pobres. En la lucha social florece el debate en las bases y echan raíces las ideas revolucionarias sembradas, en un proceso donde imperceptiblemente comienzan a cristalizar los nodos de la alternativa política con carácter revolucionario y una estrategia insurreccional. A eso tienen miedo los voceros de la histeria conservadora del régimen político.
¿Para qué enterrar el capitalismo, dicen los renunciantes a la revolución?. ¿No es idiota luchar por un socialismo que termina regresando al capitalismo? Por el contrario, el derrumbe real de la URRS y la derrota ideológica de tantos guerrilleros del siglo XX, vuelven urgente reelaborar teoría revolucionaria. Junto con el pico y la pala, los sepultureros del capitalismo precisan imaginarse y pensar las bases de la sociedad que quieren hacer. Es una tarea tan concreta como pintar muros u repartir volantes. Está todo por rehacer, está todo por recrear.
Se abren, entonces, las puertas de una nueva coyuntura. En la subjetividad dominante aparecen grietas que ayer nomás no existían y que pueden llenarse de pensamiento revolucionario. Pero a no equivocarse. Es preciso grabarse a fuego en la frente: sin lucha social no habrá alternativa política revolucionaria. Ella no puede surgir de acuerdos entre cuatro paredes y entre cuatro dirigentes por muy buenas intenciones que tengan.
¿Por qué es tan así? Tiene que ver con los porqués de la caída de la URSS sin que la defendiera ni uno solo de los millones que gozaron de las ventajas materiales del "socialismo real". Con imaginarse la revolución social como un hecho de conciencia, como la desaparición del interés material en la motivación individual y la creación de los espíritus insurrectos, moralmente estimulados, que serán los pilares humanos del nuevo orden político, social y económico.
Se vive un período de reflexión sobre la historia del rol de los revolucionarios en la creación del poder popular. De cómo apostar a organizaciones que actúen como proveedores ideológicos y políticos de esa vanguardia que será el propio pueblo armado y organizado.
Es un período de ruptura del control ideológico y eso significa que esas seis ediciones de "Cero a la Izquierda", preceden y anticipan más transgresiones, más rebeliones, más conspiraciones, hasta llegar a la ruptura política con el marco de la democracia burguesa.
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